Ignacio Verdugo Cavada, 1887-1970)
Soy una chispa de fuego
que del bosque en los abrojos
abro mis pétalos rojos
en el nocturno sosiego.
Soy la flor que me despliego
junto a las rucas indianas;
la que, al surgir las mañanas,
en mis noches soñolientas
guardo en mis hojas sangrientas
las lágrimas araucanas.
Nací una tarde serena
de un rayo de sol ardiente
que amó la sombra doliente
de la montaña chilena.
Yo ensangrenté la cadena
que el indio despedazó,
la que de llanto cubrió
la nieve cordillerana;
yo soy la sangre araucana
que de dolor floreció.
Hoy el fuego y la ambición
arrasan rucas y ranchos;
cuelga la flor de sus ganchos
como flor de maldición.
Y voy con honda aflicción
a sepultar mi pesar
en la selva secular,
donde mis pumas rugieran,
donde mis indios me esperan
para ayudarme a llorar.